Formar en la autonomía: ¿el gran desafío de la educación actual?

¿Qué significa formar a los alumnos y a las alumnas “en la autonomía”?
Cuando hablamos de autonomía y de aprendizajes para el desarrollo de la autonomía, nos referimos, dentro del campo educativo, a conseguir que el educando se haga dueño de su proyecto de vida. Actualmente, formar a los alumnos y a las alumnas en la autonomía es uno de los desafíos de la educación que comienza ya, desde la Educación Infantil, preparando a los más pequeños para asumir ciertas responsabilidades que pertenecen a su vida y haciéndoles partícipes de su propia formación.
Heteronomía y autonomía en la educación
En el desarrollo personal de nuestros alumnos y alumnas, la meta que perseguimos es que lleguen a ser autónomos, lo que refuerza nuestro propósito de tener en cuenta enfoques constructivistas, activos y participativos en los diversos aprendizajes de todas las áreas. La autonomía intelectual que van desarrollando abre posibilidades para alcanzar la autonomía moral. Partimos de la heteronomía o autoridad centrada en el educador, para llegar a la autonomía, en la que el alumno o la alumna es artífice de su autoformación y responsable en su proceso de aprendizaje; se trata del paso de la moral establecida, de los moldes fijos, de la pasividad y receptividad, de la norma, guía e imposición a un nuevo paradigma donde pasamos a un enfoque en el que se comparten las responsabilidades y donde el alumno o la alumna va asumiendo protagonismo, en el que surge la posibilidad de crecer con mayor libertad y espíritu crítico, implicado y activo.
¿Cómo se trabaja con autonomía?
Para trabajar con autonomía seguiremos las siguientes recomendaciones:
Utilizar autoinstrucciones: el alumno o la alumna sabe qué tiene que hacer y secuencia él mismo los pasos que debe dar para conseguir la meta. Va autocontrolándose progresivamente, planifica sus estrategias de resolución de problemas, corrige sus errores, reformula sus aciertos y valora sus logros.
Fijar objetivos alcanzables: el alumno o la alumna ordena sus prioridades y se basa realmente en lo que quiere hacer, conociendo sus limitaciones y apoyándose en los recursos que proporciona su entorno cotidiano.
Saber actuar regulando la conducta: el alumno o la alumna, en cada momento de su proceso de aprendizaje va actuando según su criterio y con la mayor objetividad posible se va adaptando a la situación en que se encuentra.
Un método de actuación: el trabajo por proyectos. ¿En qué consiste?
El trabajo por proyectos, principalmente en Educación Infantil, desarrolla el currículo por medio de proyectos de trabajo, proporcionando un nuevo modelo de escuela, un nuevo papel docente y un alumno o una alumna capaz de participar y crear todo su proceso de enseñanza-aprendizaje. La motivación es el elemento fundamental del método de proyectos; la libertad de acción plasmada en tareas concretas lleva al niño y a la niña a la construcción del conocimiento. Nosotros, los docentes, debemos saber cómo abordar la planificación de los procesos y reflexionar sobre el valor y la importancia de los diferentes registros, contando con los intereses, las críticas y las alternativas que proponen nuestros niños y nuestras niñas. Las actividades en el aula serán intensas e invitarán, cada día, a que el alumno o la alumna participe con emoción y responsabilidad compartida; estas actividades en las que se implica y colabora el alumno o la alumna son las que dan realmente sentido al proyecto.
Sugerencias para que se desarrolle un proyecto
1. Diferenciar la planificación de la programación y los efectos que esto lleva consigo.
2. Analizar y reflexionar sobre el papel de cada una de las partes, los docentes, los niños, las niñas y sus propias familias, en esta metodología.
3. Desarrollar modelos de intervención que favorezcan la atención a la diversidad, el
aprendizaje significativo, el desarrollo de las capacidades y la autonomía.
4. Relacionar el enfoque constructivista y el aprendizaje por proyectos.
5. Evaluar cómo se desarrollan las capacidades del alumno o de la alumna en función de su potencial.
¿Cómo empezamos?
1. Valorando los distintos entornos de aprendizaje que surgen como consecuencia de utilizar los proyectos como alternativa didáctica.
2. Estableciendo el papel de facilitadores y mediadores en el proceso de aprendizaje tanto a los profesores como a las familias.
3. Teniendo presente la necesidad de escuchar para poder preguntar y reformular las palabras del otro, desarrollando así la escucha activa y las competencias (lingüísticas, matemáticas, de conocimiento e interacción del mundo físico, digital y de tratamiento de la información, cultural y artística, social y ciudadana, emocional, aprender a aprender, autonomía e iniciativa personal…) de tipo comunicativo en general.
4. Valorando las técnicas de negociación y de toma de decisiones como bases pedagógicas.
5. Tomando como base la programación didáctica para llegar a la planificación del proyecto.
6. Optimizando la organización de los espacios y los tiempos adecuados al proyecto.
7. Siendo capaces de conseguir una perspectiva distinta para el desarrollo del proceso educativo.
8. Conociendo el enfoque constructivista y sus principios metodológicos.
En definitiva, para desarrollar un proyecto:
- Debemos asegurarnos de que el aula sea un espacio adecuado y acondicionado.
- La propuesta tiene que ser atractiva y divertida, y adecuarse al curso del niño y la niña con nuevas formas de “hacer” y de “conocer”.
- El niño o la niña debe ser el protagonista y el docente debe ser el mediador y motivador.

FUENTE: CLUB EDIBA

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